Los objetivos en la práctica de un Arte Marcial están siempre en función de la comprensión que de él tienen los practicantes del mismo.
Es frustrante observar que después de varios años de práctica, sólo se es capaz de aplicar de una manera mecánica las técnicas insuficientemente aprendidas.
En una primera etapa, se deben disociar los distintos elementos que en su conjunto formarán la columna vertebral en la práctica del Arte. Pero posteriormente debe de haber unidad. Todas las artes tienen el mismo principio. Lo que diferencia los distintos estilos son las estrategias y los medios que utilizan. Un boxeador usa los puños, un esgrimista su espada. Pero para adquirir un elevado nivel deben adquirir las mismas nociones, este concepto es unidad. Se trata de- ser uno con el adversario, entrar en sus movimientos y dirigirlos, dominar la distancia que nos separa en el tiempo respecto al adversario y el momento oportuno para ejecutar la acción.
Dominar un Arte Marcial, no es patear o proyectar correctamente. La gente piensa que ser buenos practicantes, es pelear o proyectar, pero esto solo pasa en las condiciones de práctica en que están acostumbrados, ya que si sobrevienen ciertas variaciones en la conducta del adversario o en el lugar de práctica, estáran perdidos.
La práctica del Wu-Shu no es la perfección de una técnica, sino encontrar esta unidad interior. La práctica del arte es "Meditación en Movimiento" es el aportar una línea de conducta para mejorar el espíritu humano. A través de la práctica la personalidad fortalece el interior, y se experimenta en los movimientos que realizamos, donde la armonía de lo dulce y envolvente se codea con lo fuerte y devastador. Donde lo inmutable es el centro de la mayor de las movilidades, manteniendo el centro estable y permitiendo la rotación esférica, que caracteriza los movimientos circulares, lo mismo que los firmes y directos que tratarán de controlar al adversario.
El secreto del Arte supremo reposa sobre el poder de la técnica y de los principios que rigen el propio espíritu. Por la práctica del cuerpo llegamos a dominar la técnica. Por la disciplina y la meditación, el espíritu domina al cuerpo, y la auténtica técnica del cuerpo se convierte en la sustancia del espíritu.
Si practicamos los principios del propio arte, pero lo hacemos con negligencia, la técnica que ejecutemos en combate estará falta de la fuerza y la actitud que le llega del espíritu, pues la técnica por sí sola no es suficiente.
Si practicamos la técnica, sin practicar los principios, no seremos alimentados por lo que es más superior en nuestro trabajo, la fuerza del espíritu.
Los principios que tenemos que seguir serán los propios de cada (escuela, pero para que participe la cultura del espíritu, tienen que estar de acuerdo con la verdad última que profesamos.
Esta, por la que estaríamos dispuestos a darlo todo.
En la época feudal, nadie podía esperar sobrevivir en un combate contra un experto que había integrado estos principios, sus principios, con la práctica de las artes guerreras.
-Primer principio. La técnica tiene que estar de acuerdo con la realidad última que perseguimos. Si la actitud es la correcta, y el precio que estamos dispuestos a pagar está de acuerdo con el riesgo a seguir, no dudaremos en el momento adecuado.
Si practicas de cara a la competición, el objetivo de la técnica será, conseguir un punto, o evitar que el oponente lo consiga.
Pero esto, nada tiene que ver con la realidad de un arte marcial, donde la vida o la muerte pueden decidirse en un movimiento, estando muy lejos el objetivo de la técnica de acumular puntos, ya que las acciones de ataque pueden sobrevivir en cualquier momento, ante cualquier adversario o adversarios, y en cualquier tipo de situación.
En un espíritu así no tiene sentido la competición, la diferencia en el contenido de ambos planteamientos evidencia la importancia del primer principio.
-Segundo principio. Alimentar la técnica, incrementando los poderes del espíritu por la armonía interior.
Hay que saber encontrar el sentimiento de tranquilidad serena que envuelve el camino de las cosas. Estar en armonía con lo simple y humilde es sentir la alegría serena del recogimiento interior, la que experimentamos cuando trabajamos con devoción, con la pureza de un espíritu en armonía con lo simple y natural.
Cuando parece que lo que era importante para nosotros empieza a perder sentido, hay que saber retornar al origen de todo.
El deseo de querer retirarse a un lugar solitario para encontrar la armonía con las cosas sencillas, puede ser insuficiente si no va acompañado de una actitud de espíritu que nos permita reencontrar el equilibrio por el cultivo de su sensibilidad, tanto a través de sus formas y rituales, en la que la meditación y el silencio ocupará un lugar destacado, como a través de las técnicas y las disciplinas guerreras.
-Tercer principio . Es el descubrimiento de la Sabiduría Inmutable , la que permanece por encima de todo.
La que abandonando todo sentimiento del propio Yo, del deseo de vencer o del miedo a ser vencido, nos provee de la más firme de las actitudes.
Cuando hablamos de inmutable, no me refiero a algo quieto, sin movimiento, sino al nivel más alto de movilidad alrededor de un centro inmutable que permanece firme por encima de todas las cosas.
-Cuarto principio. La Gran Unidad. La verdadera técnica del cuerpo es la que se unifica con los poderes del espíritu, pero para ello tiene que estar vació.
Para que este espíritu llegue a manifestarse en nosotros mismos, debe tener un sentimiento de búsqueda, de comunicación con lo más supremo. Como decían los antiguos maestros:
"La verdadera técnica del cuerpo es la que logra la unificación de lo terrenal con lo divino, es la llamada técnica de los dioses.
Cuando el poder de los dioses se expresa por la técnica del cuerpo, su arte es puro y no hay aberturas en él...".
Para poder entender este planteamiento, basta con observar que cuando hacemos un movimiento, el adversario no tiene donde cogerse, no encuentra vulnerabilidad en él, le absorbe en un vació del que no puede escapar, ni tampoco decidir.
Sentimos su intención antes de que manifieste su acción. Poder anticipar su acción sin contrariar su decisión es asimilarlo con el cuerpo y guiarlo con el espíritu.
Las técnicas que trabajamos para llegar a ello son simples y claras, los movimientos de base firme y estrictamente enseñados son su fundamento, pero más que seguir formas fijas deriva unos de otros a partir de estos principios fundamentales. No hay que buscar formas ni modelos determinados, cualquier movimiento natural puede ser su fundamento. No quiero decir con ello que las formas que se siguen no son importantes, sino que una vez conseguido su dominio tenemos que saber liberarnos de ellas, sólo así experimentaremos cómo la profundidad de estos principios es insondable e inagotable.
Es pues, por la práctica diaria y por el entrenamiento sincero, por lo que llegaremos a experimentar el poder de la verdadera técnica, la que nos permitirá comprender que es real la presencia de la energía que mueve lo que se hace de manera natural.
-Quinto principio. No iniciar la acción de Ataque antes de que lo haga el oponente.
No iniciar el primer movimiento, no significa esperar a que el adversario empiece a golpearnos. Cuando su espíritu a tomado la decisión o sentimos nuestro especio vital invadido, el hecho de que nuestras', acciones técnicas lleguen antes a él, no implica que hemos iniciado nosotros la acción de ataque, ya que esta se materializó primero en su espíritu, y lo único que nosotros hemos hecho ha sido interferir su intención a través de un estado intuitivo de la propia consciencia.
Cuando la vida o la muerte se deciden en una acción, no tiene sentido hablar de defensa y ataque. El poder de la técnica reposa en nuestro interior, se alimenta de nuestros sentimientos, y del dominio que ejercemos sobre nuestras propias acciones.
Si el poder que nos alimenta es fuerte, y permitimos que crezca, cuando lo manifestemos al exterior podrá adoptar cualquier forma.
La celosía con que guardamos nuestras emociones y sentimientos, refuerzan el poder de nuestro espíritu, y hace que lo mejor de nosotros esté siempre en nuestro interior. "Poco vale el sentir que puede ser expresado con unas pocas palabras." Porque nos mantenemos en el interior de nuestras propias fronteras es por lo que el equilibrio presidirá nuestra acción, el que nos permitirá decidir el momento y la forma de llevar adelante la decisión justa; la que nacerá de la armonía y no de las circunstancias del carácter; la que una vez establecido el equilibrio roto por el oponente, olvidará toda injuria, y actuará con el honor del código que anida en su corazón.
Coordinar todos estos principios hará que una serie de consecuencias surjan en nuestro interior: Sentir las intenciones del adversario. No ser influido por sus actitudes exteriores. Ser invulnerable a sus intenciones de ataque, ya que al no abrirnos a su actitud difícilmente sentirá una abertura por donde poder coger, pegar, atacar.
Sean cuales sean las posibles consecuencias de todo este proceso, la maduración interior que se produce como consecuencia del mismo, hará que la naturalidad con que llevemos a cabo nuestras acciones dificulten enormemente las suyas propias.
Sin olvidar que la decisión en la acción no viene nunca del que ve llegar el ataque, sino del que siente que éste se va a gestar en aquel momento.